Aprender a ser ciudadano
El
proceso de aprendizaje de la participación que hoy corresponde a los ciudadanos de las actuales sociedades del mundo del libre mercado, como ahora denominamos a las sociedades capitalistas, me resulta parecido al de socios y futuros socios de empresas familiares para a
ser condueños y en ocasiones consejeros.
A mi juicio pasa por sustituir la tendencia a sentirse dueño único o principal, sin caer por ello en el nihilismo de verse como un cero a la izquierda, como intrascendente.
Elegir una vez cada
cuatro años entre Pinto y Gorgorito no te hace verdadero participe, solo te
engaña para que lo creas.
Pero ese engaño de
tantos años ya se está diluyendo. Los más jóvenes no se lo creen, y vemos como,
de uno u otro modo, están dispuestos no solo a no participar en la feria, sino
a vivir lo más que puedan al margen de ella, hasta cambiarla.
Y en ese proceso, que
sus mayores no hemos sabido enfrentar, están contando de facto con nuestro
apoyo y soporte. Son nuestros hijos.
La expresión democracia
representativa tiene su origen en la segunda mitad del siglo XVIII (Alexander
Hamilton), cuando se consolida como hoy la conocemos, desde la radicalidad de
Rousseau pretendiendo el ejercicio directo y no representativo, hasta la
construcción real del modelo Robespierre, tras la Revolución Francesa.
Hoy, convertidas en
auténticas partitocracias, las democracias representativas siguen ancladas en
un pasado que ciudadanos, sociedad, economía y tecnología, abandonamos hace ya
muchos lustros, y que requieren meditar y debatir cambios, no
maquillajes.
Para algunos este es
uno de los debates que debieran ser piedra angular de dichos cambios hacia una
nueva concepción de la sociedad.
Gestionar la
soberanía colectiva impone priorizar y limitar, en favor de la voluntad
mayoritaria de esa colectividad, y ello obliga a reflexionar también en torno a
los límites al crecimiento y la preservación del planeta (iniciado en
1970 por el Club de Roma); los límites a la desigualdad, hoy tan
presente; y los límites éticos y económicos a los comportamientos, por
razón de sus efectos colectivos o externos.
Valencia, 4 de diciembre de 2016
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