lunes, 5 de diciembre de 2016

El referéndum italiano y las elecciones austríacas


El referéndum italiano y las elecciones austríacas


Decía ayer que  "Los más jóvenes .............. están dispuestos no solo a no participar en la feria, sino a vivir lo más que puedan al margen de ella, hasta cambiarla."

Tal vez no sean solo los mas jóvenes. El resultado del referéndum italiano, como antes el brexit de GB, y la elección de Trump en USA, creo que pone de manifiesto que una creciente parte de la población responde, en elecciones y referendums, a la cuestión que cree que debiera haberse planteado, no a la planteada.

A mi juicio los europeos queremos mayoritariamente Europa, pero no ésta.

Los europeos y muy probablemente los estadounidenses, queremos participar en las decisiones cuyos resultados nos afecten, y si no disponemos de la información cierta y suficiente para acertar en la opción que mas nos convenga, estamos dispuestos a equivocarnos e ir aprendiendo poco a poco. Nada es tan urgente.

Aunque parece que huir de la manipulación de poderosos y castas no es fácil, si lo es no repetir el error, no volver a confiar en los que ya nos han mentido, ignorado, despreciado y, por tanto, decepcionado.

Aprenderán a mentirnos y manipularnos de otro modo, unos y otros, todos los que, aunque son como nosotros nosotros, no quieren verse ni comportarse así. Algunos incluso querrán quitarnos la capacidad de elegir, quedársela de nuevo para ellos, y regresar al confort que dieron a sus mayores las sociedades autoritarias.

En Austria parece que tampoco los autoritarios han podido ganar pese a sus eslóganes populistas. Populistas en el sentido que me gustó y que ayer utilizaba Manuel Rivas en El pensamiento grosero de El País Semanal: "Me convence la irónica definición de que populista es aquel que constantemente ensalza al pueblo, pero en el fondo lo desprecia" 

Amen


Valencia, 5 de diciembre de 2016


Aprender a ser ciudadano



Aprender a ser ciudadano


El proceso de aprendizaje de la participación que hoy corresponde a los ciudadanos de las actuales sociedades del mundo del libre mercado, como ahora denominamos a las sociedades capitalistas, me resulta parecido al de socios y futuros socios de empresas familiares para a ser condueños y en ocasiones consejeros.

A mi juicio pasa por sustituir la tendencia a sentirse dueño único o principal, sin caer por ello en el nihilismo de verse como un cero a la izquierda, como intrascendente.


Elegir una vez cada cuatro años entre Pinto y Gorgorito no te hace verdadero participe, solo te engaña para que lo creas.

Pero ese engaño de tantos años ya se está diluyendo. Los más jóvenes no se lo creen, y vemos como, de uno u otro modo, están dispuestos no solo a no participar en la feria, sino a vivir lo más que puedan al margen de ella, hasta cambiarla.
Y en ese proceso, que sus mayores no hemos sabido enfrentar, están contando de facto con nuestro apoyo y soporte. Son nuestros hijos.

La expresión democracia representativa tiene su origen en la segunda mitad del siglo XVIII (Alexander Hamilton), cuando se consolida como hoy la conocemos, desde la radicalidad de Rousseau pretendiendo el ejercicio directo y no representativo, hasta la construcción real del modelo Robespierre, tras la Revolución Francesa.

Hoy, convertidas en auténticas partitocracias, las democracias representativas siguen ancladas en un pasado que ciudadanos, sociedad, economía y tecnología, abandonamos hace ya muchos lustros, y que requieren meditar y debatir cambios, no maquillajes.

Para algunos este es uno de los debates que debieran ser piedra angular de dichos cambios hacia una nueva concepción de la sociedad.

Gestionar la soberanía colectiva impone priorizar y limitar, en favor de la voluntad mayoritaria de esa colectividad, y ello obliga a reflexionar también en torno a los límites al crecimiento y la preservación del planeta (iniciado en 1970 por el Club de Roma); los límites a la desigualdad, hoy tan presente; y los límites éticos y económicos a los comportamientos, por razón de sus efectos colectivos o externos.


Valencia, 4 de diciembre de 2016